martes, 14 de septiembre de 2010

El Indulto del Bicentenario


Cuando el presidente de la Conferencia Episcopal chilena, monseñor Alejandro Goic y el Cardenal Errazúriz salían del Palacio de la Moneda el pasado miércoles, luego de su reunión con el Presidente de la República, se escuchaban los gritos de los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos en dictadura acusándolos de traidores y cómplices de la impunidad. Nadie puede llegar a sentir lo que aquellos familiares han vivido durante todas estas décadas, la esperanza de volver a ver sus familiares o de darles una sepultura digna, el dolor de las vejaciones sufridas o la impotencia de haberles truncado parte importante de sus vidas. Por lo mismo creo que –sin compartir sus criticas, pero si comprenderlas- ellos pueden jugar un rol preponderante en la fiesta del Bicentenario.
Lo que no se puede aceptar es que parte de sectores políticos las emprendan contra la Iglesia por plantear algo tan inherente a una confesión religiosa, que es: perdón, clemenencia, misericordia y paz. Más aún, cuando esta misma Iglesia fue la que lideró la defensa de muchos que hoy la despedazan sin compasión alguna. Lo que no puedo ocurrir es que sectores políticos utilicen y se escuden en la Santa Iglesia cuando les conviene o cuando se les defiende, pero cuando plantea una idea diferente cambien de argumento.
Es paradójico escuchar a las agrupaciones de militares en retiro y los partidos de derecha valorando la idea de la Conferencia Episcopal, cuando fueron ellos los que acusaron a los Cardenales Henríquez; Fresno; y Oviedo y a tantos otros miembros del catolicismo chileno de ser defensores de “terroristas” y que buscaban la “impunidad de delincuentes”. Se llegó a decir que dentro de los templos se escondían arsenales de guerra para la “guerra civil”, -nada más alejando de la realidad de aquellos tiempos- pero la Iglesia resistió, defendió y promovió la defensa de los más débiles, de quienes estaban encarcelados –muchos injustamente- pero al fin y al cabo lo logró.
Cuando uno escucha a sectores políticos de izquierda diciendo que los Obispos buscan una ley de punto final o la impunidad de los crímenes es no entender nada, es no haber leído la propuesta entregada. Debe ser el planteamiento más sólido y preparado de los últimos tiempos en materia de DD.HH. en ella se ve idea real sobre la realidad de nuestra cárceles, donde no existe dignidad alguna para quienes cumplen condenas, y apunta más allá sobre los crímenes de la dictadura, ya que busca la misericordia para quienes hayan cumplido parte importante de sus condenas, quienes estén en condiciones de reinsertarse en la sociedad o quienes estén en edad muy avanzada o con enfermedades terminales.
Nadie que conciba el modelo penitenciario, como la forma de pagar las deudas pendientes con la sociedad y rehabilitarse, puede negarse a esta posibilidad, porque de lo contrario, mejor aplicaríamos el extrañamiento o lisa y llanamente la pena capital.
Cuando Juan Pablo II –el Papa Grande- concurrió a la prisión a visitar y perdonar a Mehmet Ali Ağca, quien intentó asesinarlo en la Plaza de San Pedro, nos mostró el rostro del verdadero perdón, aún más, el presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi lo indultó el año dos mil, como símbolo de la fiesta del Jubileo. Esa debe ser la labor de la Iglesia, el perdonar. Quienes somos cristianos, debemos poder hacer carne -aunque muchas veces nos cueste y no podamos- el mensaje de Cristo a Pedro: “En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18, 21-19,1). A ¿alguien le resulta extraño entonces que la Iglesia plantee el perdón?
Chile cumple doscientos años desde que los vecinos de Santiago decidieron cruzar los lineamientos hacia nuestra independencia, doscientos años en que nuestra nación se ha desarrollado, alcanzando niveles de progreso, pero no exento de tragedias, guerras y calamidades, algunas de las naturaleza y otras por parte de los hijos de las esta noble tierra, que se han enfrentado en luchas sin cuartel, causando el dolor, la ruptura y el derramamiento de sangre. Más aún en este año que producto del terrible terremoto vivido en el centro sur del país debemos conmemorar esta fecha como símbolo de unidad pensar el Chile hacia los 300 años, pero ese pensamiento debe estar basado en la unidad y en el reencuentro. –difícil reencuentro si aún no sabemos donde están muchos desaparecidos-.
Planteo, -sin vacilación alguna- un indulto por la fiesta del Bicentenario, en la misma línea que ha lo planteado la Iglesia, incluso para quienes han cometido crímenes en dictadura, pero colocando 4 condiciones para ello:
1. Que no sea crimen de Lesa Humanidad
2. Contar con el consentimiento de la familia que ha sido victima
3. Haber colaborado en todo momento con la investigación
4. No tener más de una condena por DDHH.

Tal como lo dije al comienzo, las familias que han sido víctima de delitos son muy importantes en este momento, porque de esa manera podemos alcanzar la paz que tanto buscamos.

Valparaíso, invierno de 2010

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