sábado, 17 de junio de 2006

El nuevo Estatut catalán: La España unitaria y democrática o la disgregada y confrontada...


A sólo pocos día del referéndum donde los habitantes de Cataluña deben asistir a las urnas, para aprobar o no el nuevo estatut que regirá en su comunidad autonómica. Éste nuevo ordenamiento que se quiere impulsar a abierto un gran foco de conflicto y ha resucitado viejas rencillas entre nacionalistas independentistas y los que creen en el concepto de una España unitaria.
El Partido Popular (PP) a defendido pública y abiertamente la postura de no apoyar el nuevo estatut, considerándolo –correctamente- como el primer paso para buscar el rompimiento de la cohesión de la sociedad española. En cambio el Partido Socialista Obrero español (PSOE), que se encuentra a cargo del gobierno, con José Luis Rodríguez Zapatero, no a escatimado esfuerzo alguno por aliarse de los independentistas catalanes, y así apoyar el estatut, a cambio de unos cuantos votos en el congreso de los diputados para poder sacar a adelante su gobierno.
Lamentablemente el PP ha quedado solo, al defender la postura de mantener la definición de que España es Nación, y no sus comunidades autonómicas, es más, por primera vez el ejecutivo deja de lado al principal partido de la oposición en una reforma tan importante para la madre patria.
Se ha comenzado una lamentable campaña de ataques sin frenos contra el Partido Popular, especialmente contra sus principales dirigentes. Cabe recordar lo que ocurríos esta semana en Barcelona y en otras cuidades de Cataluña, donde se trató de impedir que Mariano Rajoy, presidente del PP, en conjunto con Josep Piqué, presidente del PP catalán, dieran a conocer sus posturas sobre el estatut, en un mitin electoral, y un grupo de jóvenes les lanzó huevos y los tildó de “fascistas”. Algo similar le ocurrió al secretario general del PP, Angel Acebes, que tampoco pudo realizar un acto en contra del statut por el contra-manifestaciones, que buscaban agredirlo, y no escatimaron en insulto alguno.

La izquierda y los nacionalistas llevan años estigmatizando al PP para mantener el «botín» de votos conseguido tras la caída de UCD La campaña muestra la falta de argumentos del Partido Socialista de Cataluña (PSC).
Barcelona, hace unos años, se definía la política catalana como un oasis en contraposición con la crispación que existía en Madrid. Eso nunca ha sido así, es más, Convergencia i Unión (CiU) que gobernó durante muchos años Cataluña, y que hoy están en la oposición al gobierno tripartito encabezado por el PSC, secundado por Ezquerra Republicana de Cataluña (ERC) y por Iniciativa por Cataluña (IPC). Lo más relevante de todo esto, es que CiU que es oposición a los socialistas catalanes, se encuentra como socio de los socialistas en el gobierno central. Esto se pudo comprobar con la denuncia de corrupción que hizo Maragall, en contra de la administración de Pujol (CiU) o el colosal fracaso de su gobierno tripartito. Desde los años de la transición se ha estigmatizado todo lo que huela a español. Le sucedió a UCD, luego al PSOE y, sobre todo, al Partido Popular. La brutal campaña que sufre el PP se fundamenta en el objetivo de no perder el botín de votos que CiU y PSC consiguieron tras la caída de UCD. Hace mucho tiempo que los dirigentes populares sufren agresiones, tanto físicas como verbales, o sus sedes amanecen con pintadas. Los autores materiales no son los únicos responsables, sino también los que dicen que “quien siembra vientos, recoge tempestades”. Estamos ante un grave atentado contra la libertad de expresión y la acción política. No se trata de actuaciones aisladas o puntuales, sino de una sistemática agresión contra un partido que defiende posiciones que son tan legítimas como democráticas. Es algo que comenzó en la segunda legislatura de Aznar, no sólo por la Guerra de Irak, sino porque no podían aceptar que la centro derecha se mantuviera en el poder.
La izquierda es heredera de las prácticas comunistas, que se caracterizaban por su propagandismo y capacidad para dirigir y reventar asambleas. Es la estrategia que sigue ahora para descalificar cualquier posición que se aleje de esa fe revelada que es el zapaterismo. Es lo que sucede en Cataluña cuando se le acusa de ser “anticatalán”, pero también con el “proceso” en el País Vasco porque se afirma que quiere que fracase, que utiliza a las víctimas o que se siente cómodo con el terrorismo. Es la expresión de unas prácticas inmorales que muestran la ausencia de argumentos del Partido Socialista. Es cierto que el Partido Popular ha cometido errores, pero ningún partido está dotado de la infalibilidad, ni siquiera el presidente del Gobierno, pero esto no justifica esta sistemática estigmatización que responde a unos cálculos partidistas. Es de esperar que tal como José María Aznar, no claudicó frente a los terroristas, ni a los socios de ellos, ahora Mariano Rajoy, siga la brillante huella del líder del nuevo centro reformista.


Valparaíso, otoño de 2006